lunes, 19 de marzo de 2012

La primavera la sangre altera

       Justo en este momento entramos en ese período que tanto nos gusta y cuyo inicio celebramos de tantas formas: Carnaval, fiestas de la Primavera, Semana Santa... tardes al sol. Nuestro astro rey ha entrado en la casa de Aries: hoy es el equinoccio.

       Y uno de los motivos por los que nos gusta tanto la primavera tiene su causa, aunque no nos demos cuenta, precisamente en ese fenómeno. A partir de este momento, y durante los siguientes seis meses aproximadamente, los días serán más largos que las noches en el Hemisferio Norte, lo que significa que estaremos sometidos a más horas de luz; el tercer ojo empieza a hacer de las suyas.

       En el cerebro de los animales vertebrados hay una glándula estrechamente relacionada con la función fotosensorial: la glándula pineal o epífisis; de hecho, en peces, en anfibios y en la mayoría de los grupos de reptiles hay fotoceptores típicos (células sensibles a la luz) en ella; en aves hay fotoceptores modificados; y aunque los mamíferos no tenemos fotoceptores en nuestra epífisis, sigue estando relacionada con la retina de los ojos, lo que significa que la exposición a la luz también la activa.

       En concreto, la luz inhibe la producción de melatonina por parte de la epífisis. La melatonina es una hormona implicada, entre otras cosas, en regular los ciclos de vigilia-sueño, produce relajación. Por tanto, a más luz, menos melatonina, y a menos melatonina, menos sueño y más actividad diaria. Sin inhibirse su producción por completo, las dosis de melatonina producidas siguen siendo operativas en la mejora de la función sexual que, por otro lado, se ve estimulada por una mayor vasodilatación y el incremento de estímulos visuales ("más carne al aire") debidos al aumento de temperatura. En otras palabras, "la primavera la sangre altera".

       Los romanos sabían esto. Llaman la atención las horas dedicadas a estudiar la cultura y la historia romana, haciendo hincapié en la guerra y un proto-capitalismo; pero en los libros de secundaria suele faltar una pieza clave en la vida social de los ciudadanos del Imperio Romano: una gran importancia de lo que hoy llamaríamos libertinaje sexual, manifiesto en poemas, esculturas y pinturas.

Marcial, poeta romano "padre" de la masturbación moderna.

       Aquí encaja la pieza, porque a nadie le sorprende relacionar a los romanos con sus bacanales, fiestas en honor al dios Baco en las que el vino, la comida y el erotismo llegaban a una perfecta conjunción. Asimismo, algunas expresiones coloquiales que hoy usamos, como "cascársela" como sinónimo de masturbación y "dar por culo" como metáfora de fastidiar proceden directamente de la cultura romana. Hay quien diría que los romanos estaban "salidos", podemos decir que eran libres de muchos tabúes sexuales.

       La perspectiva empezó a cambiar con la llegada del cristianismo. Los cristianos eran conscientes del libertinaje romano, así como lo eran de la cantidad de enfermedades de transmisión sexual que ello conllevaba. Los romanos no cumplían con el código moral del Levítico y, a ojos de los cristianos, eran castigados por Dios (las enfermedades eran consideradas fruto de la ira divina). En ese momento se introdujo el puritanismo que se extendió por occidente de la mano de esta religión.

       A día de hoy aún se valora especialmente el puritanismo en la mujer más que en el hombre; en las zonas rurales se oye habitualmente la frase de que "la mujer es quien debe frenar, porque es ella quien tiene más que perder". No es sorpresa que el riesgo de embarazo fuera más temido por la mujer, lo que se debe al fenómeno biológico de la Selección Sexual, un término introducido por Darwin en "El Origen de las Especies". En el Reino Animal, aquel sexo que invierte más recursos y energía en la reproducción es el que tiene derecho a elegir pareja. En la especie humana, claramente la mujer invierte más: se queda embarazada, consume reservas, pasa nueve meses sin actividad reproductiva, toma un papel protagonista en la cría del recién nacido...; el hombre solo invierte una mínima parte de energía y tiempo en la reproducción, de ahí que pueda reproducirse muchas veces en el mismo tiempo y de ahí que deba demostrar a la mujer
que él merece la pena, que estará ahí solo para ella: ese es el inicio del cortejo (una exhibición de calidad por parte del hombre) y el enamoramiento (un lazo afectivo que permite que la pareja permanezca junta al menos hasta que los hijos tengan una edad razonable). Esto, claro está, explica los términos biológicos, puesto que la cultura humana introduce unos términos tan novedosos que la genética no puede determinar, aunque sí condicionar.

       La visión del puritanismo no tuvo discusión alguna hasta el siglo XIX, cuando Louis Pasteur determinó el papel de los microorganismos en las enfermedades infecciosas. Él no se proponía desechar una visión religiosa, es más, no lo hizo; sin embargo hay que reflexionar sobre su descubrimiento: la enfermedades que contraían los romanos como consecuencia de su libertinaje no eran, como creían los cristianos, un castigo de Dios, sino infecciones de transmisión sexual. Está bien, los antiguos cristianos no tenían por qué saberlo... pero después de esto, siguieron manteniendo su mito.

       Y a día de hoy sucede lo que muchas veces en temas donde hay implicación de la religión. Primero, que el cristianismo ha olvidado el origen de ese puritanismo, no lo defiende como una forma de profilaxis, sino como un código de conducta en sí (aunque la prevención suele ser un argumento a posteriori para criticar los métodos anticonceptivos). Y segundo, que los seguidores del cristianismo acaban haciendo lo que les apetece a pesar de su creencia en Dios, un claro ejemplo de agnosticismo práctico (la forma más común de ateísmo, incluso entre los creyentes).


P.S.: Este post va dedicado a mi amigo S.B., quien me enseñó cosas muy interesantes sobre la cultura romana y cuya noticia de paternidad me ha llegado mientras yo escribía estas líneas.

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